jueves, 15 de diciembre de 2011

Micros de Bololo


Aquella mujer no hizo nada ni aviso a la policía , ni a sus padres. Se callo y no dijo nada , finalmente esa chica murió.



Ya no podía creer en nadie ni siquiera en aquella persona en cual había confiado su gran intimidad , lo que nadie sabia ni siquiera sus padres y amigas.

Aprende




Aprende a vivir
pájaro sin alas

Aprende a soñar
cuento del alba

Aprende a querer
luz de mi alma

Aprende a reír
dulzura amarga

Aprende a sentir
querido corazón

Aprende a creer
diluida ilusión

Aprende a volar
con las alas de la paz

Aprende a respetar
el hilo de la comprensión

Aprende a comprender
las palabras de tu interior

Aprende a encontrar
el sentido del amor

Aprende, aprende
ser que sabio
quiere llegar a ser ...

Poema de amor


No quiero vagar
con la fortuna
del cielo
No quiero soñar
con la melodía
sin consuelo
No quiero volar
con las alas
pegadas al suelo
Quiero querer
con locura
como en los cuentos
Quiero sentir
con lágrimas
el calor de mi vuelo
Quiero despegar
con libertad
de los encantamientos
Quiero pensar
en tener lo dulce
y lo tierno
Quiero tocar
con mis dedos
la punta del cielo
Quiero escalar
las montañas
sin miedo
Y quiero sentir
la fuerza
para poder decir que.. te quiero

La nueva moda

Parecía que todo estaba perdido, y que estaba solo, hasta que se puso de moda y pensó que él no iba a ser menos, perdió el miedo y entonces fue cuando salió del armario.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los micros de Baltasar

El hombre invisible.

Aquel hombre era invisible pero nadie se percato de ello.
Gabriel Jimenez Emanan.



La última cena.
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.
Ángel Garcia Galiano.


Dada Life.
Era se una vez un hombre plátano, que vivía en un país de monos. Un día salio a la calle , y nunca mas se supo de el.
By: Balta Bonet Gandía.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Los micros de Isis

A TRAVÉS DEL ATURDIMIENTO

Estaba inclinada sobre el váter, notando como mi espalda desnuda se arqueaba cada vez que las nauseas se incrementaban. Mi pelo rubio y largo se me pegaba incómodamente a la cara por el sudor. No me había visto al espejo, pero suponía que debía tener unas largas rayas negras de las lágrimas que habían corrido el maquillaje. Notaba la cerámica del váter extremadamente fría, demasiado a pesar de mi alta fiebre.

Sinceramente no recordaba nada, solo que cada pocos minutos me despertaba en el suelo del baño para volver a vomitar; ya acostumbrada al habitual olor a alcohol no me extrañó que cada vez que abría los ojos al despertarme, un fuerte e incómodo olor a whisky rancio embotara mis sentidos y me nublara la vista, mejor, así no vería el estropicio que estaba armando.

No sé cómo ni por qué he acabado en estas condiciones, pero gracias a alguien anoche pude llegar hasta casa, lo que ya no sé es si él o ella también me quitó la camiseta y el sujetador.


UN SEGUNDO PLANO

Intentaba prestar atención a la clase, a esa profesora que se esforzaba en explicar la Guerra de Secesión Americana y sus consecuencias musicales, pero por más que fijaba la vista en la pizarra y en sus trazos blancos de la explicación, sólo lo veía en un segundo plano, como en blanco y negro, ya que mi mente se centraba en otra cosa, en algo que era, sin lugar a dudas, más importante.



COMIENZO

Mi vagón no era excesivamente grande, sino que al contario, las cabinas se apelotonaban y el estrecho pasillo siempre estaba taponado por carritos de comida o pasajeros con necesidad de estirar las piernas o ir al baño.

Cuando logré llegar a mi asiento a trompicones, estaba exhausta de esquivar niños y empujar pasajeros; con un último esfuerzo conseguí guardar mi maleta. Caí agotada, tras la intensa carrera por tal de no perder el tren, en el asiento. Tenía mucho calor, ya que fuera el viento era helado y la nieve caía caprichosa, y yo iba ataviada con un grueso abrigo negro, un gorro de lana, una bufanda y unos guantes, pero aquí dentro el ambiente era espeso, recargado, caluroso y parecía inamovible y difícil de respirar.

Eché la cabeza hacia atrás, mientras me desenrollaba la bufanda, me quitaba con rudeza los guantes y me desprendía satisfecha del abrigo. Me dejé el corro puesto, con mis rizos marrones saliendo por abajo. Poco después, cuando mi respiración se acostumbró al poco oxígeno y a la espesura, levanté la vista y vi que un joven rubio de ojos azules estaba frente a mí mirándome fijamente. Se apoderó de mi rostro un semblante serio, ya que sentía que aquel chico era especial, como si ya lo conociese, como si supiese instintivamente que no iba a pasar como un soplo de aire, sino que iba a dejar su particular huella.

Poco a poco, al ver que sus ni parpadeaban, una sonrisa se extendió por mi cara, y supuse que los ojos me brillaban, como siempre pasa cuando sonrío de verdad. Bajé la vista sonriente, mientras alisaba mi vestido blanco de seda, y cruzaba cómodamente las piernas, cubiertas por unas medias también blancas. Le miré de nuevo y me aclaré la garganta:

- ¿Dónde bajas?

- En tu misma parada. – Me respondió con una voz áspera, joven y hermosa, dándome a entender que este viaje probablemente no acabara en “mi parada”.




RUTA 69

Mis pies, enfundados en unas desgastadas Converse negras, descansaban sobre el salpicadero del coche. Mi pelo negro ondeaba con el viento cálido, y al tiempo refrescante que entraba por la ventanilla bajada. Me puse las gafas de sol, disfrutando del sol, disfrutando del hermoso paisaje que dejábamos atrás en apenas un parpadeo.

La música se extendía como dulce miel por el coche y salía por las ventanillas, dejando en el aire las notas de una melodía tan exquisita. “Sweet Home Alabama” entraba por mis oídos, llenándome de ganas de vivir la vida al máximo, y… de llegar a la ruta 69!! Jajaja, esa era nuestra broma preferida.

El sol abrasador estaba en lo alto del cielo, bañando los desérticos parajes de luz y calor.

Cuando fijabas la vista en la carretera, y perdías la mirada en el infinito horizonte, podías distinguir brillos ondulantes, como espíritus, salir, ascender del asfalto.

Mi acompañante, mi mejor amiga con el mejor gusto musical y con el pelo rojo más bonito del mundo, me pasó el cigarro, soltando, como con ternura, el humo, que salió disparado por la ventana.

Aún nos quedaba un largo viaje, cosa que nos producía excitación y nos emocionaba como nunca, aún teníamos muchas cosas que ver, oler, saborear, tocar, oír y vivir.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Los micros de Elena

La cita
Eran las cuatro menos cuarto cuando se metió en la ducha, a las cuatro en punto ya estaba duchada. ¿Que debía ponerse? Quizás la blusa blanca… ¿O mejor un vestido? Eran las cuatro y media y todavía no se había decidido. Finalmente, cogió uno de los vestidos que tan bien le quedaban y se maquilló un poco. A las cinco menos veinticinco partió hasta su destino, debía estar allí a las cinco. A las cinco menos cuarto se paró en un quiosco, no le quedaban cigarrillos. Se le hacía tarde, eran las cinco menos siete minutos y aún le quedaba un buen trecho. Las cinco y cinco, llega a su destino pero él no está allí…
Metamorfosis
Una señora va a la farmacia y compra un cepillo de dientes nuevo y se lo pone en el bolso. Dos meses después, se da cuenta de que ya está bastante usado y que es hora de comprar otro. Pero ya no es el mismo cepillo de dientes, ahora es un trozo de plástico e inútil. Apenas queda solo en el baño el trozo de plástico putrefacto e inútil se convierte en un útil utensilio de pintura para Marta, una chica de 12 años. Hora después lo deja por la cocina tirado, y vuelve a convertirse en un trozo de plástico putrefacto e inútil. Apenas queda solo en la cocina el trozo de plástico putrefacto e inútil se convierte en un útil objeto para desatascar tuberías. El padre de la casa, Luis, lo coge y consigue desatascar la tubería que tanto había dado por saco, que es para lo que sirven los cepillos de dientes después de estas excitantes metamorfosis, para desatascar tuberías.
La huída
Un hombre se encontraba a si mismo tan poderoso, con tanto dinero, tan guapo que no se enteraba de la vida en familia. Ni compartía el trabajo de casa, ni se responsabilizaba de sus hijos. Cuando llegaba del trabajo se tumbaba en el sofá mientras su mujer trabajaba como una mula. Exigía la cena preparada a las nueve, y si no era así se ponía hecho una furia y toda la culpa iba a la mujer. Por eso un día la mujer se mudó de casa y dejó al marido plantado.





Ella
Un día de Enero, ella, asustada, leyó una nota que estaba en su buzón. Una amenaza, le destrozaría la vida pronto. No sabía qué hacer ni dónde meterse, sus hijos, por el amor de dios ellos tenían que estar a salvo. Fue al colegio, no estaban, puso una denuncia, volvió a su casa, tampoco estaban. De pronto tuvo una intuición, el baño, si, sus hijos estaban en el baño con él. Su terrorífica cara la miraba, sus sucias y horribles manos la cogían, no tenía escapatoria…
La habitación
Contó los días. Eran siete. En el primero, limpió la habitación. El segundo pinto la pared de color rosa clarito. Aprovechó el tercero para instalar la cama y la estantería. El cuarto, instaló el escritorio junto a la otra estantería de encima de la cama. El quinto día colocó la cómoda junto al armario empotrado y la mesita pequeña junto a la estantería. El sexto día puso el colchón e hizo la cama, además también rellenó la estantería de libros y colocó una silla giratoria junto el escritorio. El séptimo día, colocó las persianas en la ventana y acabó de rellenar la habitación con sus pertenencias. El octavo día despertó contenta mirando su habitación, era perfecta.