lunes, 7 de noviembre de 2011

Los micros de Isis



Cuando abrí los ojos, yacía sobre un manto helado de nieve. Por la mente solo me rondaba un pensamiento: ¿por qué ahora mi habitación era un iglú?


 Un lobo apareció ante mi vista, ¿qué debía hacer si no huir?, pero mis pies no le hacían caso a mi instinto, por lo que acabé ante los ojos castaños de aquel animal.

 La niebla era tan espesa como el murmullo de mi cabeza, cosa que no entendía, ¿no se supone que una vez mueres no se siente nada?

El coche resbaló estrepitosamente por la carretera, y vi, inmovilizada como se acercaba hacia mí rápida y mortalmente.

El tornado se acercaba peligrosamente, y cada vez sentía más fuerte el viento moviendo la tela de mi vestido; me aferré fuertemente al árbol, pero mis pies ya no permanecían en tierra firme.

Abrí con deliberada lentitud el baúl y me asomé, temerosa, y vi allí mis antiguas cosas, y sobretodo aquel collar de ámbar. Ya era muy tarde y estaba cansada, por lo que tumbé en la cama, dejando el baúl abierto y notando como el aroma a pasado inundaba mi habitación.

 Lloré desconsolada sobre aquella lápida fría e indiferente.
¿Cómo era posible que el mundo no se diera cuanta de nada, cuando yo me percataba de cada detalle de la vida naciente mientras derramaba lágrimas sobre mi tumba?

 El vaso estaba por la mitad, ¿medio lleno o medio vacío?, no estaba segura ahora que el alcohol comenzaba a hacer efecto en mi cuerpo, tan solo tenía una cosa clara, que dentro de medio segundo iba a estar completamente vacío.

 Quité los auriculares de mis oídos con desesperación, ¿qué era aquello?, ¿qué estaba ocurriendo? Las manos me temblaban descontroladamente, y los labios tiritaban temerosos. Avancé un solo paso, sabía que no hacía falta mucho más para llegar hasta ellos, pero mis pies no encontraron apoyo en el suelo y caí, infinitamente por el abismo.

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